Hacía tiempo que esperaba ver un musical como éste: anclado en una realidad trivial, cotidiana, bañada por la peculiar luz propia de uno de los 350 días (siendo optimista) nublados que imperan allende en las islas británicas, y habitado por unos personajes –Nick, Harry, Liz y Cat- que bien podrían ser mis vecinos de barrio –pero algo más pálidos, y nublados quizás también. Hoy es un día especial: celebran el cumpleaños de Nick. Con pizza y cerveza. Y cigarrillos. Muchos cigarrillos.
El canto surge, sencilla y naturalmente. Justo, aunque desafinado, encarna la tensión exacta, a veces irónica, entre lo burlesco y la emoción, entre una vida banal, descolorida y el anhelo romántico de darle sentido. El danzar también es orgánico: algo torpe y bruto, sin alardear virtuosismo alguno, el movimiento es minimalista e infantil, acertado tanto en su faceta lúdica como en su lirismo. Cantar y bailar como lanzar puentes hechos de aliento, carne y hueso. Para salirse de uno mismo, abrirse al otro, dejar de estar irremediablemente solo y compartir el tiempo y el espacio, habitarlo juntos, respirarlo juntos. Y cuando ocurre, Nick no da crédito: You got my message, then? Sí, Liz lo ha entendido. Comprendido. Felicidad suprema y pizza con cigarrillos en vez de velas.
El todo es increíblemente creíble. Son tan consistentes y coherentes en sus silencios, pausas, esperas aburridas –el tiempo se estira…- como en sus canciones y acciones bailadas –el tiempo se suspende-, progresando a medida que la bebida va bajando y los cigarrillos desapareciendo. La poesía algo alucinada entra y sale, como el aire al respirar. Como el humo al fumar.
Las canciones son de Aidan Smith.
It’s Nick’s Birthday, de Graeme Cole (Pantalla Hall, Sinfonías menores, sábado 14 noviembre 2009 a las 18h30 y miércoles 18 noviembre a las 22h)